lunes, 13 de abril de 2009

La espera

El pelo largo con flequillo me cubre un poco el rostro, aún así me siento algo incómoda aquí en mitad de la calle expuesta a todas las miradas. Acabo de darme cuenta que estoy desnuda, juraría que salí vestida pero ya no tiene solución, aquí estoy en una de las avenidas del centro de la ciudad de las más transitadas y miles de personas mirándome al pasar por mi lado. Debería estar habituada pero nunca me acostumbraré.

Hace un calor asfixiante, el barómetro de la esquina marca treinta y cinco grados, casi no puedo respirar, la acera arde bajo mis pies, agradezco un poco de aire fresco que me llega por la espalda parece venir de un sótano con ventilación artificial, a mi derecha la temperatura se hace aún más insoportable cada vez que el 19 realiza su parada para que bajen los pasajeros. Debería estar habituada pero nunca me acostumbraré.

Una señora se ha quitado las gafas de sol para mirarme detenidamente, me mira de arriba abajo con un gesto entre sorprendida y admirada; el joven con camiseta negra y dibujo psicodélico me lanza un sonido de admiración; el dependiente de la frutería está apoyado en el borde de la puerta mientras simula comerse una manzana recorre con sus ojos mis largas piernas; un señor que compra el periódico con un gesto reprocha mi presencia. Debería estar habituada pero nunca me acostumbraré.

Sobre el hombro izquierdo se me ha posado una mosca con su trompa absorbe algo que ha encontrado de su agrado, me pica un poco, si al menos pudiera mover la cabeza con el pelo se espantaría, mis manos no me sirven con los dedos juntos una apoyada en la cadera, la otra se me rompió hace una semana, espero que no tarde mucho en estar otra vez en condiciones. La mosca continúa, si corriera un poco el aíre quizás buscaría otro manjar. Debería estar habituada pero nunca me acostumbraré.

Sólo espero que aquí parada a pleno sol y con este calor no se me estropee la piel, sería muy negativo para mi trabajo. El tiempo pasa y aquí sigo con todo el mundo mirándome, el cansancio me pone nerviosa, deberíamos habernos ido hace un buen rato es tarde lo sé porque el del quiosco de periódicos cambia el turno con un compañero. Estoy muy enfadada tengo muchas ganas de gritar y no puedo el sonido no sale de mi garganta. Debería estar habituada pero nunca me acostumbraré.

- Jaime, ya está todo cargado coge al maniquí y mételo en la furgoneta, es lo primero que descargaremos tiene que estar allí antes de las seis de la tarde, venga vámonos.

Al fin! Dentro de la furgoneta sin el sol de frente podré descansar un poco antes de regresar a mi trabajo en esos malditos escaparates, debería estar habituada pero nunca me acostumbraré.

Autora: ScrinS

2 comentarios:

  1. el final lo es todo...
    me gusto este relato.

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  2. Es la única forma que he encontrado de comunicarme con vosotros, dejando aquí un mensaje os he enviado un segundo relato hace casi una semana y algo falla.
    Espero vuestras noticias.
    Gracias, un abrazo

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