lunes, 21 de diciembre de 2009

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Observo el polvo revolotear por los haces de luz que dejan entrar los pequeños resquicios de la persiana sentada entre el baúl y la estantería, drogada por ese polvo que parece caer sobre mi cama. Apoyo la cabeza en la pared, noto el gotelé, cierro los ojos y sonrío. Muevo la cabeza de un lado a otro, siempre me ha gustado esa sensación. Recuerdo instantes, sueño despierta con los ojos cerrados, profundamente. Y “despierto”, y abro los ojos, y pienso que tendría que desintoxicarme de ti, de esa raya de la droga más pura que sueña en Mi cama. Y te observo enloquecida, y me encantaría esnifarte y así, entregarte mi alma. Tú, mi infierno, mi vida. Cierro los ojos, recuerdo instantes, sueño. Vuelvo a mirarte, mis pupilas crecen y crecen. Y soy un gato, me apoyo en el borde de la cama y te huelo, te huelo, te huelo… Y sueño que podría ser un gato para siempre, y te ronroneo al oído: “Perdóname”. Y es de verdad, como tú, en Mi cama. Y sueño qué sueñas, y acaricio mi colcha y deseo que nuestros dedos se rocen, pero hago penitencia por un Instante porque no quiero que despiertes, quiero que yazcas para siempre, y ser yo contigo, presa de tu muerte. Nosotros. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… Y así, para siempre, hasta convertirme en polvo.

Autora: Ana Cicatriz

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