domingo, 21 de febrero de 2010

I JUEGO: 7 PALABRAS, RELATO 10

La suave brisa mecía su largo cabello negro, la joven que se encontraba en el balcón de un piso aparentemente caro. Desvió su gris y triste mirada hacia la luna que aquella noche se encontraba menguante. La muchacha no pudo evitar estremecerse aunque no de frio, a pesar de que iba muy ligera de ropa e intencionadamente provocativa tal y como lo requiere su profesión.
Se frotó la cara con las manos para despejarse e intento olvidar el terrible dolor de cabeza que la atormentaba, no era lo peor a lo que se puede enfrentar.
Oyó pasos en el salón y con un apagado suspiro decide entrar dentro, al adentrarse notó un brusco cambio de temperatura, paseó la vista por su alrededor… Música, velas perfumadas, champan… A cualquiera de sus compañeras se le iluminaria la cara al ver aquello, pero ella solo mostraba una expresión fría e indiferente. Solo deseaba terminar cuanto antes.
Cuando termino de inspeccionar el lugar su vista se topo con un hombre melenudo, alto y robusto.
-Genial…-Susurro la joven para sus adentros con un toque de sarcasmo. El desconocido con una despreocupada sonrisa dio unos pasos acercándose a la joven.
Con un gesto se despojo de su americana y la colgó de una silla, la joven, instintivamente dio un paso atrás y se quedó sin respiración maldiciéndose a sí misma pro aquella reacción.
“Vamos Layla!” Se dijo a sí misma, no era la primera vez que lo hacía pero la energía de aquel desconocido no le agradaba para nada y eso que era el más apuesto de la noche.
La joven suspiró al recordar al cerdo que le tocó la semana pasada.
Volvió a la realidad cuando noto que unas manos ardientes como el fuego la acariciaban los hombros proporcionándole unos suaves masajes y bajaba hacia la cintura, hasta llegar a las caderas, donde pararon. La joven no supo reaccionar, cogió una bocanada de aire sintió su cuerpo cada vez mas pegado al de su cliente.
El hombre deslizo sus labios por el cuello de la joven que se sumía en una cálida sensación de bienestar.
Su respiración se agitó en el momento en que las caricias fueron más allá, y su indiferencia frialdad se convirtió en excitación a la que correspondían los dos.
- No debiste menospreciarme- Susurra el hombre entre jadeos mientras acaricia todo su cuerpo. La joven abre los ojos sobresaltada pero opta por callar.

Autor: Katia Zavatskaya

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