miércoles, 3 de junio de 2009

DIARIO DE UNA FUGITIVA

Robar ese banco fue mi mayor error. Pero es muy duro ver como tus hijos no tienen nada, y en sus ojos reflejada la tristeza. Y yo impotente al no poderles dar lo que tienen otros niños, tan solo un pequeño hogar y tan solo pan y sopa para llenar sus tripitas ansiosas de hambre. Yo quería darles todo, ser felices. Así que me vi una fría mañana de diciembre con una pistola en un bolsillo, y en el otro una vieja foto de mis niños para darme fuerzas.

Respiro y me decido a entrar en el banco del barrio, donde me han negado decenas de veces un crédito. El ambiente es relajado, no hay demasiada gente. Es un lugar frío, y con gente bien vestida, yo voy con harapos. Me acerco al mostrador y me coloco ante la señora. Tiene una mirada superficial, vacía, y me mira con superioridad, igual que hace el resto de las personas de clase media-alta. Meto la mano en mi bolsillo, toco el frío metal de la pistola, me noto nerviosa. La señora se impacienta y me dice con voz agria que si quiero algo. Agarro mi pistola con fuerza, me ha costado todo el sueldo del mes, lo hago por mis hijos. Me decido y la saco del bolsillo, es una sensación extraña. Siento miedo, pero lo hago por mis niños. La levanto casi sin pensar, y le digo con voz temblorosa que me de el dinero de la caja fuerte. Se paran todas las voces y se oye un silencio pesado. La señora me suplica que no la haga daño, su mirada cambia, ahora reflejan miedo y dolor. Miro la sala, todos los clientes están mirando, en silencio, sin moverse. La señora procede a abrir la caja fuerte. Comienzan a llegar coches de policía, parece ser que tenían una alarma silenciosa conectada con la comisaría. Me pongo nerviosa, esto se está descontrolando. De repente, a mis espaldas, oigo un llanto. Me giro y veo a un niño llorando, es de la edad de mi hijo. Entonces, se me viene a la cabeza el día que comenzó a andar. Andaba con dificultad, torpemente, pero andaba. Pero en uno de sus pequeños pasos, pisó mal y se cayó. Mi niño comenzó a llorar. Lo cogí entre mis brazos y lo mecí, hasta que entre lágrimas, sus pequeños ojitos se cerraron y se durmió. Yo lo veía tan débil…creía que no iba a conseguir andar sin caerse. Sin darme cuenta, inmersa en mis recuerdos, caí de rodillas en el solido suelo del banco, llorando desconsolada. El pequeño niño se acercó a mí y me abrazó, aún con lágrimas en los ojos. Cuando me repuse, me disculpé a toda esa pobre gente a la que había retenido y le expliqué mis razones. Pero era demasiado tarde, la policía ya estaba allí y me buscaban a mí. Tenía que huir. Entonces sucedió algo que no me esperaba. Esas personas a las que había retenido, me ofrecieron ayuda para idear un plan y poder escapar. Había en la parte trasera del banco un pasadizo creado por los antiguos árabes de la Península de al menos 1 km de longitud que daba a una antigua casa en las afueras de la ciudad, en una zona que no estaba habitada. La señora del banco la había estado utilizando durante años cuando necesitaba estar sola, ya que nadie pasaba por allí y la zona estaba incomunicada con la red de carreteras y transportes públicos. Así que decidí irme allí, escapar de todos y perderme para siempre.

Ahora sé que fue un error. Les quise dar todo y solo conseguí separarme de ellos. Pero algún día los volveré a ver, esperando que me puedan perdonar por abandonarlos y que podamos volver a ser una familia, con dinero o sin dinero, pero una familia. Mientras yo me quedaré en esta casa apartada de la mano de Dios pagando por mi gran error, inmersa en esta soledad.

Autora: Cristie89

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