miércoles, 3 de marzo de 2010

El atrapa sueños

Autor: Susana Robles Vadillo

Erase una vez como empiezan todos los cuentos, un atrapa sueños colgado en una pared encantada.

Pedro compró uno en el mismo Madrid a un hombre extravagante. Era original. Parecía recién traído de la misma África. El hombre para convencer a Pedro que debía adquirirlo le relató una pequeña historia. Comenzaba así: Muchacho escucha; la primera vez que intenté vender un atrapa sueños como este, se lo concedí a una anciana. Te digo anciana, porque había perdido gran parte de su vida aprendiendo a vivir, sin alegría, sin esperanza, sin fe, con barco sin rumbo definido. La encontré sentada en un bosque rodeada de infinitos árboles repletos de cientos de hojas y ramas. Prácticamente la luz de estos la cubrían, la tapaban. Pero yo la vi. Le prometí que aquel barco tomaría destino hacia su norte y que sus labios se tornarían en una sonrisa cada mañana cuando despertara y recordara todos sus dulces sueños. Lo primero que hizo fue echar una carcajada. No me creyó, pero introdujo su mano en su bolsillo para darme el dinero y comprarme el objeto. Entonces comprendí que lo más importante no fue la sonrisa que arranqué de sus labios, si no mover los remos que anhelaba dirigir hacia sus sueños despiertos. Por eso Pedro le regalé el atrapa sueños.
El joven cerró los ojos, asintió y metió su mano en el bolsillo para comprar el atrapa sueños. Cuando fue a dar su dinero aquel hombre extravagante había desaparecido. El objeto se hallaba en el suelo.
Las 08:00: Pedro despertó. ¡Oh! Solo ha sido un sueño se decía mientras miraba en su pared encantada.

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